
Fue leer esto y darme gases, como al celebrity de Alaska. Ya está bien de dar la matraca nostálgica, de rendir culto nuestra a infancia ochentera, de estrujar el imaginario colectivo de toda una generación. Ya está bien de Comando G, de Supercinexín, de Naranjito, de posicionamientos vitales del tipo ¿Jovi o Carioca?, ¿McGyver o El Equipo A?, ¿Mano Loca o Blandi Blub?. Y eso que la fiebre nostálgica ha remitido un poco, porque hasta hace nada los españoles nacidos en los setenta teníamos nuestra propia Ley de Godwin. Sólo había que sustituir Hitler y nazismo por “La Bola de Cristal”. Qué paliza hemos dado con este programa. Y qué manía de hablar de lo buenos que eran los dibujos animados de nuestra época. Cuánto “¿..y no te acuerdas de los Fraggel?”, repetido en conversaciones que has mantenido cuarenta veces.
Yo también soy treintañera. Yo también coleccioné los cromos de “V” que venían con la Teleindiscreta; llevé camisetas con hombreras y pegatinas de acid house en un vaquero nevadillo; ya también sufrí cuando llegaba a casa del colegio y daban toros por la tele; conocí a los tipos de bata azul que cambiaban las monedas en las salas de máquinas; y lloré cuando me dijeron que el cantante de Europe se había muerto de sobredosis. Pero nos hemos pasado un poco. Que nos llaman Generación Espinete, oigan.
La nostalgia por los iconos de nuestra infancia y adolescencia ha generado libros, monólogos, obras de teatro, spots, páginas web, programas de televisión (desde La Hora Chanante hasta fracasos como “Gominolas” o “Peta Zetas”). Supongo que los chavales que en los años ochenta jugaban al Space Invaders y botaron con las tetas de Sabrina han accedido hoy a posiciones de poder en la cultura, los medios y las nuevas tecnologías. Son periodistas, blogueros, creativos de publicidad, programadores de televisión, guionistas, diseñadores, directores de márketing, jurados en festivales, creadores de tendencias.
Por otro lado, los treintañeros también somos consumidores. Y la nostalgia da dinero. Así que cadenas de televisión, multinacionales y hasta cajas de ahorros se apuntan a esta regresión infantil y deciden hablar nuestro lenguaje. Véanse los dos famosos anuncios de Coca Cola o la Hipoteca Joven que el año pasado lanzó Bancaja bajo el lema ¡Puños Fuera! .
Hay quien ve una mano negra en dibujar nuestra infancia como un paraíso perdido. ¿Debemos sentirnos importantes por pertenecer a la generación más puteada de la historia?. ¿Nos han engañado como a chinos y por eso nos hemos creamos un pasado mítico, feliz y despreocupado?. ¿No tenemos ni casa ni trabajo pero tenemos a Mayra Gómez Kemp?.
Sea lo que sea, más nostalgia no, por favor. Chema el Panadero murió el año pasado. Si el grunge se acabó con Kurt Cobain, propongo utilizar la fecha de la muerte del panadero bailón como punto de inflexión para dejar de recordar nuestra infancia ochentera. Cerremos ya una etapa.
Y dios nos pille confesados para recibir la serie de Antena 3.